Una de las cosas que me encanta a la hora de organizar un viaje en carretera, es que puedes elegir donde parar y si te tienes que desviar, pues te desvías. Tenía muy claro que en mi segundo viaje recorriendo Escocia, tenía que visitar la costa oeste del país. Me habían hablado de Oban, de sus islas y de su comida. Y tengo deciros que el desvío valió la pena, vaya que si lo valió.
Para quienes no conozcan Oban, es una pequeña población costera al oeste de Escocia. Su localización es privilegiada, las vistas espectaculares y tiene a un paso de ferry a las islas de Mull, Iona o Tiree.
En nuestro recorrido, llegamos a Oban desde Stirling, unas dos horas en coche pero un camino casi mágico atravesando Loch Lomond y el Parque Natural de las Trossachs. Es una preciosa manera de dar comienzo las Tierras Altas.
Nuestra visita a Oban fue de unas pocas horas, llegamos de Stirling por la noche y pasamos la noche en B&B de la zona. Fuimos a dar una vuelta por el pueblo y con suerte pudimos comer en el puerto.

Oban no es muy grande pero tiene atracciones para todos casi obligatorias. Si tenéis tiempo no solo una mañana como teníamos, debéis coger el ferry y visitar la Isla de Mull, como yo no tuve la suerte de poder ir, no os puedo relatar mi experiencia.

Nada más dejar el coche en uno de los tantos parkings de pago que hay, lo primero que llama la atención es la Torre de McCaig, aunque de torre tiene poco. Es un monumento que recuerda a un anfiteatro romano. Desde lo alto de la colina hay grandes vistas del pueblo y las islas, pero como siempre digo, es necesario tiempo y buenas piernas.
Si os preguntáis de donde ha salido este extraño monumento que descoloca todo el paisaje, la respuesta viene del banquero y crítico de arte, John Stuart McCaig. Este señor, en 1897 quiso que se construyera un monumento a su familia. Pero su muerte hizo que el proyecto no se terminara y quedase simplemente con un mirador con un jardín.
Mientras se pasea por Oban, se puede encontrar otro de sus reclamos, pues esta localidad es famosa por su chocolate. Tienen un local donde lo hacen y además hay un café donde poder deleitarse de todo tipo de chocolates en cualquiera de sus formas. Ojo, no es barato. Pero para los golosos es casi obligado consumir algo.
Pero si hablamos de gastronomía, Oban es famosa por su marisco y pescados. Hay varios sitios, muy famosos en la zona, algunos incluso te solicitan que reserves con mucho tiempo por la cantidad de demanda. Pero, sinceramente, yo os recomiendo lo más tradicional, una experiencia casi única.
En el puerto, donde parte el Ferry de la compañía Calmac, se encuentra el puesto de «Oban Seafood Hut. (Green Shack)». Aquí llega el producto directamente del mar, el más fresco, de una calidad impecable. Este puesto tiene una pequeña terraza donde puedes comer el producto que compres, te lo preparan allí mismo, bien para llevártelo o bien para comer allí. Y el precio, no es para nada caro comparado en otros sitios.
Este gran plato donde había un poco de todo, que es para compartir, ¡resultó costar 25 libras! Langosta, vieras, salmón, gambones, etc etc. ¡Incluso se podían pedir ostras! Y también ofrecen sus famosos sandwiches de cangrejo. ¡Yo ya os digo que está para chuparse los dedos! Siempre que seáis fans del marisco como yo.
Nota importante: disponen de un surtidor y jabón para que uno se quite algo del olor en las manos para seguir su camino.

Una vez finalizado este recorrido, íbamos a irnos, pero por todo el puerto se pueden ver carteles de pequeñas embarcaciones que organizan excursiones para avistar la colonia de focas que hay en una isla muy cercana. Me encanta ver a los animales en libertad, y no podía irme sin vivir esta experiencia.
Así que sin planearlo, nos apuntamos en una de las embarcaciones y vivimos el momento del día, ver a las focas tomando el sol cual divas en una pequeña isla cerca de Oban. De camino pudimos disfrutar de las vistas de las demás islas.
Además, desde la embarcación pudimos ver el Castillo de Dunollie, una fortaleza medieval en ruinas. En su momento fue la casa de los reyes de Escocia y desde el siglo XII es el hogar ancestral del clan MacDougall. Se puede visitar en los días de verano tras un paseo por la carretera, pero nosotros lo vimos desde aquí.

Tengo claro que cuando vuelva a Oban, que lo haré, dedicaré más tiempo para poder visitar la Isla de Mull. Pero como primer contacto de la zona, creo que no estuvo nada mal. Os recomiendo elegir esta ruta si decidís hacer un viaje en carretera por Escocia, no os defraudará para nada.
Si buscáis alojamiento yo os recomiendo donde nos alojamos, The Lochnell Arms Hotel, tiene unas vistas increíbles al lago.